Se trata de uno de los pocos ejemplos de fuente monumental conservados en Aragón.

Uno de los casos modélicos en los que la función de elemento urbano generador y modificador de espacio se aprecian con mayor claridad.

Se construyó en el año 1639, años más tarde que las obras realizadas en la Puerta Baja a la que acompaña para configurar una entrada triunfal a la ciudad. Aunque su ubicación actual desmiente un poco este concepto, pues se encontraba enfrente del convento de San Marcos y en línea con el arco de entrada de la Puerta, confiriéndole de esta forma mayor grandiosidad y sirviendo de arranque al futuro Paseo de concepción barroca.

En cualquier caso la fuente se concibe como monumento arquitectónico y contiene un repertorio decorativo de claro matiz manierista. Se dispone de forma frontal, para ser vista desde un único punto y se articula mediante pilastras con decoración de grutescos y jarrones, y capiteles con niños atlantes arrodillados; en la parte central, tres de estas pilastras sostienen un friso corrido con decoración de grutescos y van coronadas por un frontón partido con volutas, entre el cual se colocó el escudo de la ciudad que iba coronado por una bola, eliminada en la restauración. A ambos lados se disponen dos nuevos frontones, esta vez partidos y rectos, a modo de templetes.

Los caños de la fuente, veinte como indica su nombre, a pares entre las pilastras, salen de la boca de veinte rostros muy desgastados por la erosión. Entre los cuales, la mitad de ellos con larga melena, se colocan como elementos decorativos, fruteros con uvas y peras.

Ubicación.