Recorrer las calles de Daroca nos lleva de regreso a las épocas más esplendorosas de su pasado. Ya sus puertas nos reciben mostrando con su porte la importancia de la ciudad. La Puerta Baja, de sólidos sillares, daba la bienvenida a los viajeros procedentes de Levante y Castilla con sus robustas torres rematadas por almenas, construidas en el siglo XVI. El arco rebajado que las une sirvió en el pasado como desagüe de un caudal natural que se creaba en días de tormenta. La Puerta Alta, por su parte, es de comienzos del siglo XVI y se levantó en sustitución de otra anterior. Un escudo de la ciudad destaca en el edificio, sobre el arco apuntado de buena sillería. Quedan todavía el portal de Valencia, flanqueado por un sólido torreón de sillar, y la puerta del Arrabal, conocida popularmente como portillo de San Valero, que ofrece una hermosa vista del caserío.
Uno de los encantos de Daroca es recorrer sus murallas, construidas en distintas épocas, hasta el antiguo castillo, donde encontramos restos de la primitiva alcazaba musulmana y desde el que se puede disfrutar de una impresionante panorámica del conjunto urbano. Otro tramo recomendado es el que se ubica entre la Puerta Alta, el cerro de San Cristóbal y la Puerta Baja, tal vez el más interesante del recinto.
Ya en el caserío, el templo más importante y suntuoso de los que se levantan es la colegiata de Santa María, en cuyo interior, de gran riqueza ornamental, destaca el baldaquino del altar mayor, dedicado a la Asunción, así como el estupendo órgano del siglo XIV. La iglesia despierta interés, además, por ser la guardiana de la reliquia de los Sagrados Corporales, protagonistas de un milagro que durante siglos provocó que Daroca se convirtiera en un lugar de peregrinaje para los cristianos.
Pero la importancia de la ciudad en el pasado ha permitido que sean varios los templos que merecen la visita. Entre ellos, San Juan y Santo Domingo tienen la particularidad de que su construcción se inició en el siglo XII, en estilo Románico, concluyéndose en el XIII con técnicas mudejares. Por ese motivo, ambos son una referencia única de la transición entre los dos estilos arquitectónicos, constituyendo un legado cuya importancia artística se justifica, en gran medida, por la originalidad de su factura. Del Románico es asimismo la iglesia de San Miguel, con sus sólidos muros de sillería y que esconde una auténtica joya en las paredes interiores del ábside: sus hermosas pinturas góticas, dignas de ser contempladas durante largo tiempo.
Muchas horas podemos aprovechar también en los tres museos con los que cuenta la ciudad: el Museo de los Corporales, en la misma colegiata de Santa María, el Museo de la Pastelería, idóneo para descubrir los exquisitos lamines darocenses, y, por último, el Museo Comarcal, cuya sede es el Hospital de Santo Domingo, del siglo XVI.
Interminables murallas, magníficos templos, exposiciones de interés… Daroca sabe mostrar al visitante su histórico patrimonio de esta manera y de otras muchas. Así, no pasará inadvertida la portentosa Fuente de los 20 caños, levantada en el siglo XVII con la intención de mostrar al extranjero la riqueza de la que disfrutaba la ciudad, por eso se halla junto a la Puerta Baja.
Otro rastro de la importancia de Daroca lo encontramos en algunos edificios de notable factura, como la Casa de los Luna, palacio del siglo XIV cuya elegancia se ve, si cabe, aumentada por la bella decoración mudejar de alfarjes y ventanales. Otro palacio, la Casa Diablo (siglo XV), destaca por el ornamento de su ventana y la labor de la verja, ambos excelentes. Por último, hay que hacer referencia al convento de los Trinitarios, que marca el punto exacto en el que terminó el largo viaje de la burra que transportara los Sagrados Corporales. En su memoria, la puerta gótica del edificio recuerda en su arco el milagroso suceso, el cual aparece esculpido en la piedra.
Otros muchos detalles de interés podrían nombrarse: la iglesia y convento de la Virgen del Rosario, la Mina,… pero mejor dejar que sea la propia ciudad la que descubra sus secretos a quien, con paso despistado, recorra sus calles. Entonces el viajero comprenderá que no importa la calle, esquina o plaza en la que se encuentre, Daroca estará ahí para maravillarle.